Voy a intentar en estas líneas explicar, de manera sencilla, qué es la rumiación y qué podemos hacer con ella si nos damos cuenta de que la estamos sufriendo. Estoy segura de que recuerdas aquellas lecciones escolares en las que nos enseñaron que algunos mamíferos herbívoros, daban vueltas y más vueltas a su alimento. Seguro que recuerdas y te es familiar esa imagen del animal, moviendo y moviendo su mandíbula sin parar. En el caso de estos herbívoros esta acción es algo funcional y adaptativo pues les permitía comer una vez al día, cuando salen a pastar y después, con calma, a lo largo del día ir haciendo la digestión del alimento.

La rumiación en los humanos consiste en el proceso de dar vueltas y vueltas a una idea, a un pensamiento o a una crítica. Sin embargo, a diferencia de nuestros amigos los herbívoros, nosotros no estamos con este proceso digiriendo nada. Más bien, lo que estamos haciendo se asemeja más a la “tos improductiva”, aquella que solo es molesta y no sirve para ayudarnos a aliviar nuestro sistema respiratorio. Por lo tanto, es un proceso poco funcional para los seres humanos.

¿Todos rumiamos? Afortunadamente no todos lo hacemos. Esta acción es algo propio de personas con una tendencia más obsesiva o depresiva. Este tipo de personas tienden a regular sus emociones y aliviar su malestar emocional dando vueltas y más vueltas en su cabeza a pensamientos negativos sin llegar a una conclusión o a una idea que les pueda ayudar con la situación y el malestar que están sufriendo.
Podríamos decir, que la rumiación surge cuando tras vivir un determinado episodio la persona que lo sufre no deja de repetirse cosas como ¿por qué hice eso?, ¿por qué me pasa siempre lo mismo?, ¡es mi culpa!, ¡soy un desastre! Habitualmente, nos tratamos y hablamos fatal en estos momentos y nos machacamos y machacamos con el mismo pensamiento una y otra vez.
¿Qué podemos hacer para frenar esta tortura? Una de las cosas que más me gusta decir es que debemos convertirnos en el “Sherlock Holmes” de nuestra vida. Empezar a investigar y ser curiosos formulándonos preguntas que nos ayuden a ver de dónde viene esta tendencia nuestra de tratarnos de este modo. ¿Había alguien en mi infancia que no dejaba de darle vueltas y más vuelas a las cosas sin hacer otra cosa?, ¿había alguien que me criticaba constantemente o lo veía yo criticar o descalificar a otros una y otra vez?, ¿quién me enseñó esta forma de resolver las situaciones difíciles?

Toma un momento conciencia, es probable que estés pensando en momentos o personas de tu infancia o adolescencia. Bien, vuelve al presente, mírate al espejo y observa que ahora eres un adulto. Después, piensa en un amigo o una persona a la que aprecias, ¿le hablarías así?, ¿qué le dirías?, ¿qué le ayudaría que le dijeses?, ¿qué crees que necesitaría?

Llegados a este punto, sólo nos falta que esos argumentos que utilizarías con esa persona a la que quieres los dirijas hacia ti mismo. Hablarte con cariño, con amabilidad, siendo objetivo, buscando soluciones. Haya pasado lo que haya pasado una actitud constructiva puede ayudarte mucho más que una actitud de crítica y de rumiación.
Espero que este artículo te haya ayudado a entender qué es la rumiación y de qué manera puedes autoayudarte o ayudar a otros. No olvides ser amable contigo mismo. Aquí puedes encontrar una guía para recordar qué hacer: https://psicologapatricianavarro.com/2021/01/17/476/
Deja una respuesta